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martes, 15 de marzo de 2011

TORRIJAS ANTIGUAS

Yo, debo confesarlo, soy fan de los dulces de siempre. Ni me gustan los "bollycaos", ni las "panteras rosas" ni los "triguetones", ni los "bucaneros", ni los "donuts", ni los "donetes, ni los "phoskitos", ni toda esa bollería industrial moderna compuesta de sabe Dios qué retahíla de colorantes, edulcorantes y conservantes. Soy más clásico que Séneca y añoro, con infantil nostalgia (y todavía no estoy chocheando), las torrijas de mi madre.

En estas fechas de Semana Santa que se aproximan, como en las de Navidad, nuestra gastronomía, de intensa tradición histórica alcanza su culmen. En estos días acontecen algunos y significativos hábitos alimentarios ancestrales que perduran pese a la agresividad del capital, la globalización y el desarrollismo salvaje.

La tradición dulcera religiosa de estas fechas viene dada por las restricciones que durante estos días se tenía de comer carne. Era una forma de compensar, para alegrarse la vida. En este caso con las torrijas, que no van en procesión, pero son capaces de causar en mi fervor y deleites celestiales.

Su origen se pierde en los conventos la lejana Edad Media. Parece ser que eran el remedio perfecto de las monjas de algunas órdenes religiosas para aprovechar el pan duro sobrante. Poco después comenzaron a prepararse en las casas. Estamos hablando, por tanto, de un postre de origen humilde que se realizaba con el fin de no tirar los restos de pan que sobraba, recurso del que está llena la cocina tradicional, y no sólo la española.

Postre divino: Las torrijas, al igual que la Semana Santa, representan la vida y muerte de Jesucristo. Según el rito católico, el pan y el vino son el cuerpo y la sangre de Cristo, que muere en este tiempo, del mismo modo que la base de las torrijas son el pan muerto. El vino, los huevos y la fritura se entienden como los baños necesarios para que el cuerpo resucite y la fritura refleja el sufrimiento del Señor. La torrija representa la resurrección del pan muerto (¡y que manera de resucitar!) y de ahí la consideración de postre divino.

Ingredientes:
• Rebanadas de pan asentado de varios días o especial para torrijas -suele ser un pan más apretao-, (que no sea de los que venden ahora para baguetes de masa congelada).
• ½ litro de vino blanco
• 1 litro y ½ de aceite de oliva virgen
• canela molida
• 6 huevos
• 1 kilo de miel
• 1 cáscara de limón
• agua

Preparación:
Esto se hace todo muy rápido así que hay que tenerlo a mano con antelación. En una bandeja honda, mezclamos un vaso de vino con dos de agua y la canela en polvo (al gusto).

En esta mezcla vamos empapando las rebanadas gordas de pan (de 2 cms. de grueso aproximadamente y sin quitarle la corteza), procurando que se pongan blanditas pero sin que empapen mucho para que no se rompan.

A medida que las vayamos empapando, las iremos poniendo en otra bandeja que colocaremos junto a la que contiene el líquido y las dejamos reposar para que se oreen durante 1 hora aproximadamente. De esta forma nos quedarán más sabrosas.

En otro recipiente batimos bien los huevos (casi o a punto de nieve) y los reservamos.

En una sartén, calentamos el aceite (sin que sobrepase la altura de las rebanadas) con una cáscara de limón. Cuando esté bien caliente, retiramos la cáscara de limón y cogemos con cuidado una a una cada rebanada, bien escurridas del vino, las vamos pasando por el huevo batido y la echamos en la sartén.

Le damos una vuelta a cada rebanada hasta que se dore el huevo y se forme costra. Las vamos apartando sobre papel de cocina secante para que absorban el aceite. Repetimos la operación hasta acabar con el pan.

Cuidaremos que el aceite no coja mucha temperatura. Mientras freímos evitaremos que se ennegrezca el aceite, cambiándolo si fuera necesario.

Cuando esté todo frito, procederemos a "armelarlas" (melarlas o enmelarlas): Ponemos a calentar a candela lenta la mitad de la miel en un perol hondo, mezclada con un vaso de agua, tratando de obtener una densidad media entre el agua y la miel y sin que llegue a hervir. Cuando empieza a hervir ligeramente, introducimos las rebanadas fritas, dejándolas un par de minutos en esta mezcla caliente, dándoles la vuelta a mitad de tiempo, empujando con la espumadera hacia dentro para que se empapen bien de miel.

Repetimos la operación con todas las rebanadas y las vamos depositando en una fuente plana. Una vez terminada esta operación se echa por encima el resto del agua con miel y dejamos enfriar unas horas antes de probarlas. Ir consumiéndolas de abajo a arriba para que se vayan empapando bien todas.

2 comentarios:

  1. Que casualidad, ayer las hice yo tambien. Tienes razón donde se ponga una torrijita que se quite un donuts, ja. Besitos

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  2. Anda que no tiene Paco suerte contigo, al tener una repostera en casa. A ver si lo veo, que desde que me fui de su grupo apenas nos vemos.

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