Esta receta de mi abuela Cayetana (ya quisiera la Duquesa tener la belleza y las manos de mi predecesora por línea materna), constituye todo un ejemplo de autenticidad transmitida de generación en generación.
Este plato de pocos ingredientes, que ha deleitado los paladares de nuestra familia durante muchos años, es un ejercicio antropológico de una sabiduría absolutamente excepcional, curtido de imaginación y colmado de inteligencia.
Aún puedo ver a mi abuela materna, vestida de negro casi hasta los pies, con delantal de diminutos cuadraditos; con la cara «escamondá» y peinado su pelo blanco con un roete primorosamente cepillado y reluciente de brillantina, cocinando en aquella vieja hornilla de poyete, haciendo este frugal y mediterráneo plato de pescado, al que nos invitaba amorosamente a mojar sopones de pan en la salsa y saborear las esencias ancestrales que se sienten al degustar esta maravilla gastronómica manriqueña.
Ingredientes:
• 8 rodajas de pescadilla fresca o congelada (se puede sustituir por filetes de pescadilla)
• cebolla
• un manojito de perejil
• vino blanco
• sal
• aceite
Preparación:
En crudo, se le echa en un perol la pescadilla, la cebolla y el perejil picados con un dedo de aceite.
Sofreímos lentamente, casi confitamos, los tres ingredientes y cuando esté la pescadilla dorada, añadir un buen chorreón de vino blanco y la sal.
Dejar cocer lentamente hasta que se evapore el vino, dejando el nivel de salsa al gusto que se desee.
No hay comentarios:
Publicar un comentario