Reconstituyente y matahambres en las duras jornadas del campo, en las últimas décadas los platos de cuchara entraron en un claro retroceso, bien por razones dietéticas o por el apresuramiento de la vida contemporánea. En cierto modo, la sopa se convirtió en "la Cenicienta de la gula gastronómica" de los tiempos de "vacas gordas".
Plato Nacional, pues fue siempre el condumio mas económico de cuantos hemos vivido en "crisis económica" permanente. Probablemente surgió de la necesidad de comer algo contundente con las sobras de pan y de lo que hubiere en tiempos de necesidad. Es paradójico que lo exiguo de su coste le siga perpetuando en el cliché de comida de pobre.
Ha sido además, el tradicional modo de combatir el frío. No hay nada más estimulante y apetecible que las sopas y muy en especial la sopa de ajo, que es la más propicia no sólo para las bajas temperaturas, sino para las jornadas trasnochadoras.
Y es que las sopas de ajo y sus innumerables variaciones tienen sin duda una historia apasionante. Hasta tal punto que incluso algunos historiadores aseguran que algo similar a la sopa de ajo ya se consumía en Hispania antes de la invasión de las legiones romanas.
Antaño no se le atribuían las virtudes terapéuticas que mas tarde las han elevado a la categoría de receta del medico, recomendada especialmente para la cena de algunas personas de edad que quieren prolongar su vida con parsimonioso y prudente régimen.
La buena doctrina es que las sopas de ajo deben saber solo a sopa de ajo, aunque los ingredientes básicos y la preparación varían a lo largo y ancho de nuestra geografía, según el gusto de cada zona: En algunos lugares se le agregan cominos y las tuestan en horno. En otros sitios se les pone perejil y huevos picaditos, en algunas provincias costeras se le agregan mariscos o pescados, en otros les agregan tomates y pimientos rojos; pero la buena doctrina dice que las sopas de ajo deben saber solo a ajo ¡¡¡¡¡ (y aceite de oliva virgen).
Ingredientes:
• 1 pan prieto, duro de varios días
• 1 vaso de oliva virgen extra
• 1 buen cogollo de hierbabuena fresca
• 15 dientes de ajos
• ½ cucharita de pimiento molido (pimentón)
• 1 litro de agua
• Sal
• Opcionalmente:
• 1 huevo por ración
• Caldo de puchero en vez de agua
• 1 Pastilla de avecrem
Preparación:
Fuera de heterodoxias lamentables la sopa de ajo manriqueña se hace poniendo a calentar el aceite en una cacerola. Cuando esté caliente el aceite freímos enseguida los ajos pelados y laminados. Cuando estén casi dorados añadimos el pimiento molido y removemos para que no se queme.
Inmediatamente echamos el pan prieto cortando en rebanadas muy finas (tostadas o no) y lo removemos todo. A continuación añadimos el agua hirviendo, la sal y la yerbabuena y esperamos que hierva entre cinco y ocho minutos con la candela muy baja.
Apagamos la candela y dejamos reposar un ratito. Servimos muy caliente.
Si queremos darle más consistencia a la sopa, podemos zamparle un huevo entero por ración y se tienen cociendo hasta que la clara se ponga blanca. Hay a quien le gusta revolver los huevos al echarlos y hay a quien le gusta verlos enteros en el plato, eso va gusto del consumidor.
El agua la podemos sustituir por caldo de puchero que nos haya sobrado días antes. Y a falta de caldo de puchero podemos usar una pastilla de Avecrem por cada medio litro de agua.
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